16 de febrero de 2010

Que no sepa tu mano derecha..

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

2 comentarios:

  1. El evangelio de hoy nos propone tres herramientas para combatir con eficacia el mal del mundo; tres recursos para mantener el tipo: la limosna, la oración y el ayuno.
    • La oración invita a mirar las cosas y la vida más allá de nosotros mismos..Con los
    ojos del Padre..
    • el ayuno cultiva la sensibilidad y se convierte en una crítica y en una apuesta..
    • la limosna grita en nosotros que nada es “mío ” si lo nuestro es la fraternidad y una vida de hijos..
    Jesús trabajó con estas herramientas y con ellas se fue abriendo camino en el desierto de la vida.

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  2. La vida espiritual es una
    relación entre Dios y tú.
    No es un acto público para
    impresionar a los demás.
    Se trata, por el contrario,
    de una relación profunda de
    la que depende el sentido de
    la vida.

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