En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
-«No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano.
Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.
¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo?
El que se acerca a mi, escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina.»
Úneme a Ti para actuar como TÚ..
ResponderEliminarSin TI no puedo..
Entre el evangelio de ayer y el de hoy que
ResponderEliminares continuación, ando queriendo sacar una conclusión, y digo yo (que soy muy torpe),
nadie es totalmente “bueno” al igual que
nadie “malo”, de manera que confiemos en
que se puede sacar buenos frutos del árbol
que menos pensemos.
Juzguemos el fruto pero no el árbol.
La bondad es algo que practicamos
ResponderEliminara lo largo de toda la vida.
No es algo natural que brote de
manera ocasional o espontánea.
Brota al llenarnos diariamente
de la Palabra de Dios y al intentar
ponerla en práctica.