1 de febrero de 2010

La presentación del Señor..

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

3 comentarios:

  1. Desde un rincón del mundo y encerrado en un templo, Simeón contempla en este niño pequeñito un faro gigantesco que alcanza todos los horizontes.. Es la verdadera luz para alumbrar a las naciones.. Es un satélite que irradia a todos los puntos del orbe, es la luz del mundo..

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  2. A cada uno de nosotros se nos a
    llamado, y se nos ha dado una
    misión -a hombres y mujeres-
    para anunciar la venida de Jesús
    al mundo.
    Estamos obligados a dar a conocer
    a los demás al Dios que conocemos.

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  3. Simeon reconoce a DIOS en el niño y se siente feliz.Acoger a JESUS conlleva un cambio de nuestras actitudes.Que el ESPIRITU nos ayude a reconocerle en los acontecimientos de cada dia para hacer de nuestra vida un faro de luz y de esperanza para la gente que nos rodea

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