1 de febrero de 2012

Presentación en el templo..

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba

3 comentarios:

  1. La cosa va de luz, de mirar y de ver..
    Muchos estaban en el templo cuando llegaron María y José con el niño..
    Sólo Simeón es capaz de reconocer al Niño-Dios,
    gracias a que tiene esperanza..
    Vive abierto, a pesar de sus años,
    al encuentro con Dios..
    Espera, cree, confía..
    Tendríamos que hacer como Simeón, para poder ser luz..
    Reflejar la luz que nos llega de Cristo..

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  2. Ni María necesitaba "purificación".
    Ni Jesús "presentación" en el Templo.
    La "purificación" presupone que la
    mujer, que llega a ser madre, por
    eso mismo llega a ser impura.
    La "presentación" se realizaba porque
    se tenía la idea de que sólo cuando
    un ser humano entra en el ámbito de
    "lo sagrado", entonces empieza a ser
    como tiene que ser.
    Pero es claro que estos rituales, y
    las ideas religiosas en que se basan,
    representan un menosprecio hacia
    "lo humano".
    Lo que más dignifica al hombre no es
    "lo religioso", sino "lo humano".
    Lo que más importa en la vida es ser
    profundamente humano.
    Y la religión verdadera es la que nos
    ayuda a humanizarnos.

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  3. Dios se encarno en nosotros con todas las consecuencias,
    Desde ahí nos alumbras y nos acompañas en nuestro caminar.
    Que nosotros seamos capaces, cómo TU entregar nuestra vida,
    a los demás,caminar junto a ellas,
    y ser para todos luces, en sus vidas,
    para vivir la misión que nos has encomendado.

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