Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: -«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» Él se volvió y les regañó.
Y se marcharon a otra aldea.
Seguramente los mensajeros que Jesús
ResponderEliminarenvió no supieron presentar su mensaje,
y por eso fueron rechazados.
A nosotros nos pasa lo mismo, siempre
que nos rechazan, o rechazan a Dios
será por presentar un Dios hecho a
nuestra medida.
A veces, como los apóstoles,
ResponderEliminarolvidamos que Jesús no rechaza
a los que no le siguen.
Los que no aceptan a Jesús no
son nuestros enemigos: son
personas que caminan hacia Dios
por otras sendas.
Nuestra única obligación con
ellos es amarlos también.