Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»
Jesús les respondió:
- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»
Seguirte a Ti, Señor..
ResponderEliminarPorque escucho tu voz
y me siento llamada..
Porque pronuncias mi nombre
y me encuentro convocada..
Porque me miras y me conoces,
y me das la vida..
Seguirte a ti, Señor..
Cuando escucho tu voz…
ResponderEliminarMe sacas de mis inseguridades,
me conduces a lugares donde hay
buenos pastos, tu voz es liberadora.
Gracias Jesús, por poner tu vida
a mi servicio.
Nuestra mayor tentación espiritual
ResponderEliminares afirmar que somos creyentes y
vivir como si no lo fuéramos.
La vida espiritual es auténtica
cuando lo que decimos creer se
manifiesta en nuestro vivir.
A veces en mi corazón surgen, dudas, interrogantes e incertidumbres. ¿Será verdad? ¿No será todo una ilusión?
ResponderEliminarPara creer en Jesús no es necesario que resuelva todas las dudas de mi cabeza. Basta que confíe en él y le siga con sinceridad.
Señor, que sepa escuchar tu voz y transmitirla a mis hermanos.
«Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía