Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: - «Señor, si quieres puedes limpiarme.» Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: - «Quiero, queda limpio.» Y en seguida le dejó la lepra. Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: - «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste.» Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.
Señor cuando experimento que estas conmigo..
ResponderEliminarTodo eso que embarra mi vida desaparece..
No tiene espacio..
Me siento libre..
Limpia..Luminosa..
Señor no te canses de limpiarme..
Una y otra vez..
Y gracias por sonreirme cada vez que lo haces..
Como Jesús, tengo que sentirme llamada
ResponderEliminara aportar amistad abierta a los sectores
marginados de la sociedad.
Son muchos los que necesitan mi mano
extendida que llegue a tocarlos.
También yo estoy llena de lepra,
ResponderEliminary necesito una mano que me limpie.
Lo mismo tengo que hacer yo,
compadecerme y limpiar,
a los que esperan mi ayuda.